Descubre la eco ansiedad, la fobia de la que todo el mundo habla.

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Cada vez que encendemos la televisión, leemos un periódico o pasamos un rato viendo redes sociales, las noticias sobre el cambio climático nos asaltan sin parar: temperaturas extremas, incendios devastadores, deshielo de los polos, especies en peligro, contaminación sin freno… Y lo peor de todo es que, para algunas personas, estas informaciones son tan sólo un recordatorio para reciclar mejor o usar menos el coche, pero para otras, esta constante exposición se convierte en una fuente inagotable de angustia y miedo, lo cual conocemos hoy día cómo eco ansiedad.

¿Qué engloba este concepto, y a quienes afecta? ¿Por qué ahora está pegando más fuerte que nunca? Vamos a verlo a continuación, ya que éste fenómeno está tan generalizado que afecta incluso a los niños.

Entendiendo el concepto.

El concepto “eco ansiedad”  está compuesto por dos palabras: la palabra “-eco” se refiere a todo aquello que está relacionado con el medio ambiente, y la palabra “ansiedad” hace referencia a un estado emocional caracterizado por sentimientos de miedo, inquietud o preocupación excesiva; cuando unimos estos dos conceptos, comprendemos que la palabra “eco ansiedad” describe un estado emocional de angustia relacionado con todo lo relacionado al ecologismo y a la preocupación por el medio ambiente en general.

A diferencia de otros tipos de fobias o trastornos, ésta no está oficialmente clasificada como fobia en sí misma, lo cual no significa que no sea real o que no cause sufrimiento; de hecho, muchos psicólogos y psiquiatras la reconocen como una respuesta emocional completamente válida ante una amenaza que, aunque no siempre sea inmediata, es constante y global.

Lo que diferencia a la eco ansiedad de la simple preocupación ambiental que puede tener cualquier persona es la intensidad y la duración del malestar: las personas que la sufren no solo sienten tristeza o impotencia ante las noticias sobre el cambio climático, ya que también pueden experimentar síntomas físicos como palpitaciones, insomnio, tensión muscular o problemas digestivos, además de una carga emocional constante de culpa, desesperanza y agobio.

Síntomas comunes.

A pesar de haber mencionado anteriormente algunos de los síntomas comunes que presentan aquellas personas que la sufren, es importante aclarar que la eco ansiedad no afecta a todos por igual, ya que como es lógico, cada persona tiene una personalidad diferente y, por ende, una forma distinta de reaccionar ante este tipo de problemas. Sin embargo, es cierto que las personas que lo sufren suelen acogerse a un perfil común:

  • Miedo intenso al futuro del planeta o de la humanidad.
  • Sentimientos de impotencia ante la magnitud del problema.
  • Culpa, por no hacer lo suficiente a nivel personal.
  • Rechazo de noticias ambientales por ansiedad.
  • Rumiaciones constantes sobre el estado del mundo.
  • Dificultad para disfrutar de actividades cotidianas, debido a la preocupación ambiental.

Es importante destacar que estos síntomas pueden confundirse fácilmente con los de otros trastornos, como la ansiedad generalizada o incluso la depresión; por eso, es fundamental contar con la valoración de un profesional que pueda orientar adecuadamente el tratamiento.

¿Quién sufre eco ansiedad?

Aunque puede afectar a personas de todas las edades, la eco ansiedad es especialmente común entre adolescentes y jóvenes adultos, lo cual, si lo pensamos bien tiene sentido, ya que quienes la sufren son las generaciones que vivirán más tiempo con las consecuencias del deterioro ambiental. Por si fuera poco, también son las más conectadas a través de internet, un lugar en el que las imágenes y noticias sobre catástrofes ecológicas circulan sin filtro (y además, a veces, por medio de fake news, lo cual es peor).

También afecta con frecuencia a personas muy sensibilizadas con el entorno natural, como profesionales del medio ambiente, activistas o personas que muestran un fuerte compromiso ecológico. En ocasiones, también se manifiesta en personas con antecedentes de trastornos de ansiedad o con una personalidad muy empática, que sienten como propio el sufrimiento del planeta.

¿Por qué está aumentando?

Hay varios factores que explican el aumento de casos de eco ansiedad:

  1. Mayor conciencia ambiental: conocemos más que nunca acerca de los efectos del cambio climático, y aunque esto es positivo, también nos expone continuamente a noticias alarmantes.
  2. Información constante: las redes sociales y los medios digitales permiten un flujo incesante de imágenes e historias que pueden ser abrumadoras.
  3. Falta de acción política: la sensación de que los gobiernos y grandes empresas no hacen lo suficiente puede aumentar la impotencia y el enfado.
  4. Cambios reales en el entorno: las olas de calor, la pérdida de biodiversidad o los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes, lo cual alimenta la percepción de que el problema ya está aquí.

Cuando la preocupación se convierte en bloqueo.

A través de la consulta del Dr. José A. Hernández Hernández, especialista en problemas asociados con la ansiedad, observamos que uno de los mayores riesgos de la eco ansiedad es que, en lugar de motivar a la acción, paralice. Explica que muchas personas que la sufren sienten que cualquier esfuerzo individual es inútil frente a la magnitud del problema, lo cual les acaba llevando por desgracia a la desesperanza e incluso a evitar por completo el tema ambiental como una forma de autoprotección.

Además, algunas personas pueden desarrollar comportamientos obsesivos en su intento de «compensar» el daño al medio ambiente: revisar compulsivamente si han separado bien la basura, sentir culpa extrema por usar una bolsa de plástico o negarse a disfrutar de ciertas comodidades por considerarlas poco éticas.

Entonces, ¿Cómo pueden estas personas mejorar su situación? Según nos cuenta, algunos enfoques útiles son:

  • Validación emocional: es muy importante que la persona sepa que su miedo no es inventado, sino que es una reacción lógica ante una amenaza real, ya que negarlo solo aumenta su malestar.
  • Gestión de la información: aprender a dosificar el consumo de noticias, evitar fuentes sensacionalistas y buscar también ejemplos de iniciativas positivas ayuda a equilibrar la perspectiva.
  • Acción significativa: fomentar el compromiso activo, aunque poco a poco, puede devolver a la persona la sensación de control.
  • Trabajo con la culpa: explorar de dónde viene la culpa y trabajarla desde la compasión propia. Nadie puede ser perfecto ni salvar el planeta solo.
  • Técnicas de relajación: la respiración consciente, meditación o mindfulness son herramientas muy eficaces para reducir los síntomas físicos de la ansiedad.
  • Terapia psicológica: en casos donde la ansiedad es muy intensa o incapacitante, acudir a un profesional de la salud mental es fundamental.

Cuando el problema va más allá: la eco ansiedad en niños y adolescentes.

Por desgracia, cada vez más niños expresan preocupaciones ecológicas, muchas veces influenciados por lo que escuchan en casa, en el colegio o a través de medios digitales, lo cual es preocupante, ya que un adulto puede gestionar mejor estas emociones, pero un niño o un adolescente puede tomárselo peor.

Ante estos caos es importante no ridiculizar ni minimizar estas inquietudes. En su lugar, se les puede ayudar a comprender el problema desde un enfoque adaptado a su edad, y, sobre todo, transmitir la idea de que ellos pueden formar parte de la solución.

Lo más importante es fomentar la esperanza activa: enseñar que, aunque hay problemas, también hay muchas personas trabajando por un mundo mejor, y que, aunque su papel sea pequeño, también es valioso.

La realidad es más sencilla de lo que imaginamos.

Como conclusión, queremos dejaros con un planteamiento positivo y realista:

Cuando hablamos de eco ansiedad, muchas veces partimos de una visión apocalíptica del mundo. Y es normal: estamos rodeados de noticias alarmantes, titulares que parecen sacados de una película de catástrofes, y redes sociales donde todo es urgente. Pero si nos detenemos a mirar la historia de nuestro planeta, veremos que la Tierra ya ha pasado por numerosos cambios climáticos (y no lo decimos para quitarle importancia a lo que está pasando ahora, sino para ponerlo en perspectiva).

Hubo épocas de glaciaciones, períodos de calentamiento natural y momentos en los que el nivel del mar subió o bajó mucho más de lo que lo está haciendo hoy. La diferencia es que ahora tenemos muchísima más información al instante, vivimos hiperconectados y, además, nos sentimos responsables directos del cambio climático actual. Esa mezcla de conciencia global e inmediatez informativa puede hacer que todo parezca aún más grave, más grande y más fuera de control de lo que realmente es.

Esto no significa que debamos ignorar el problema, sino más bien entenderlo con la cabeza fría: la humanidad ha aprendido, tiene más herramientas que nunca y está en marcha una transición hacia soluciones más sostenibles. Lo que antes se negaba, ahora se debate. Lo que antes se contaminaba sin freno, ahora se regula. Y aunque queda mucho camino por recorrer, también se han logrado cosas positivas que rara vez aparecen en las noticias.

Así que, para todos aquellos que sienten eco ansiedad, puede ser útil recordarles esto: no todo está perdido, no todo depende de una sola persona, y no estás solo. Puedes hacer pequeñas cosas en tu día a día, pero también puedes darte permiso para descansar mentalmente, y sobre todo ¡No te fíes de todo lo que veas en internet! Se tiende a exagerar mucho para conseguir visibilidad. Por eso, es importante desconectar de las redes, limitar el consumo de noticias alarmistas y hablar con otras personas que compartan tus inquietudes puede ayudarte a ver que el mundo no se está acabando mañana.

Que, en realidad, la situación es compleja, sí, pero también manejable. Y, a veces, la realidad es más sencilla de lo que imaginamos.

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