Carnaval, Halloween, cumpleaños, fiestas temáticas… A lo largo de la vida hay más de una ocasión para hacer gala de un buen disfraz, sobre todo cuando estamos pequeños. Así, no hay quien se salve de haber personificado a algún famoso que admiraba, haberse convertido en su superhéroe favorito, quizá un policía, bombero o doctor; y ni hablar de quien salió a pegar más de un susto detrás de una máscara de vampiro, momia o asesino serial. En fin, todos experimentado el gusto de romper con lo establecido y jugar a ser alguien más. Pero, más allá de la diversión, ¿por qué es importante que los pequeños disfruten de esta fecha? Acompáñanos a descubrirlo con la ayuda de los expertos en disfraces de La Casa de los Disfraces.
La importancia del disfraz según los expertos
Imma Marín, presidenta de la Asociación Internacional por el Derecho de los Niños y Niñas a Jugar en España (IPA), fundadora de Marinva y consultora pedagógica especializada en comunicación a través del juego, considera que “los carnavales populares tienen muchísimo valor y cumplen con múltiples objetivos en el desarrollo de los niños”.
Asimismo, Marín destaca el valor de comunidad como uno de los más importantes. “Es una fiesta conjunta”, dice, “de hecho, es una fiesta de adultos en la que los niños también juegan”. Y añade que “los niños ven cómo los adultos se divierten, transgreden y se genera una gran complicidad al verlos a ellos también disfrazados”.
Por su parte, Ginnette Muñoz Rocha, directora académica del Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP) y docente del Máster en Psicología Clínica Infantojuvenil y del Máster en Teatroterapia, afirma que “los disfraces permiten entrar en la sintonía de la fantasía, el desarrollo de los sueños, de la imaginación, de lo deseado, y también consolidar la etapa evolutiva del juego simbólicoen la que los niños aprenden a ordenar su mundo interior a partir de la representación de otros personajes y otros mundos”.
Además, continúa Muñoz, “la riqueza de poder generar un disfraz o un objeto con elementos reciclados u objetos de casa es enorme; el niño aprende a encontrar estrategias creativas para resolver sus ideas y necesidades, y pasa a ser un agente activo en el poder de transformación de las cosas”. De hecho: “cuanto más raro te quieres disfrazar, más obligado estás a imaginar, crear y elaborar la pieza”.
Por otro lado, ese proceso de elaboración del disfraz también se convierte en un excelente plan en familia: “El disfraz aporta en la medida que lo haces tú, ya que la creatividad está en el hecho de hacerlo: pensar la idea, comprar telas, cortarlas y crear el disfraz puede ser un súper proyecto, y compartir eso con los hijos tiene un valor brutal”, declara la fundadora de Marinva.
Muñoz apunta que “los disfraces, acompañados de representaciones, baile, teatro y juego potencian la expresividad, la desinhibición y la espontaneidad”. Es decir, se vuelve una experiencia inmersiva de convertirse en otra persona, lo cual les crea empatía.
“Por un ratito se convierten en otra persona, se ponen en los zapatos de Pokémon, Doraemon o Dora, y eso tiene un valor muy importante porque les hace empatizar”, comenta Marín. “Hay todo un trabajo de investigación y observación en el que los jóvenes eligen un personaje, lo imitan, se comportan como él y sienten que, por un rato, adquieren sus capacidades”, detalla.
Por otra parte, el carnaval cumple también con un objetivo esencial en la educación y evolución personal de la infancia, que es el aprender a salirse de la rutina y darle la vuelta a lo monótono. “Poder cambiar la rutina del día a día es un privilegio para los pequeños y también para los mayores” explica Ginnette Muñoz.
Eso sí, lo que hay es que tener cuidado de como se desarrolla la ocasión del disfraz en los colegios, ya que “cuando la celebración se institucionaliza y normatiza demasiado pierde toda la gracia; se pierde la transgresión, la oportunidad de romper con la norma, no se ejercita la imaginación, la fantasía y se pierde la ocasión de observar cómo el niño se expresa individualmente o en grupo”. La idea es que puedan tener la libertad de personificar a otro, jugar y experimentar esta situación a profundidad.
La presidenta de la Asociación IPA explica al respecto: “hay escuelas que implican mucho a las familias, hacen competiciones y aprovechan el carnaval para crear un proyecto muy bonito”. De esta forma, se mantiene la esencia de la ocasión, de forma que los niños la disfrutan y absorben los aprendizajes del momento.
Disfrazarse es más que un juego
Aparte de lo divertido que es jugar a ser otros, el disfraz también ayuda al pequeño a desarrollar ciertas áreas de una forma fácil, lúdica y casi inconsciente:
- La creatividad: el niño desarrolla su libertad e imaginación creando los detalles y complementos de su disfraz, e incluso muchos le ponen un poco de actuación para representar al personaje.
- Es una herramienta eficaz para que el niño no se ponga barreras: Muchos psicólogos utilizan el disfraz como terapia para que el niño no se ponga barreras en casos en los que se necesite que le niño aprenda a hacer cosas que siendo él mismo no haría. Jugará a lo que de verdad quiere, aunque se ensucie, tenga que ejercer de líder…
- Ayuda a liberar las tensiones: Pondrá en marcha el pensamiento simbólico, que caracteriza el 90 por ciento del juego del niño entre los 4 y los 6 años; el cual consiste en representar la vida de un adulto, de un animal o de un personaje de ficción. Por ejemplo, es frecuente encontrar a los niños en la cocina con un delantal imitando a la abuela, en el baño con la cara cubierta de espuma simulando que se afeita como papá o buscando en el armario los tacones de mamá, actitudes de aprendizaje que se potencian al máximo con un disfraz.
Beneficios de los disfraces.
Jugar a disfrazarse tiene muchísimos beneficios para los niños y niñas, algunos de estos son:
- Desarrollo de la creatividad y aumento de la imaginación.Ambas se desarrollan y se potencian en las primeras edades de los niños.
- Aprenden a expresarse con libertad y mostrar su forma de ver el mundo.
- Eliminación de las barreras y los límites.Al disfrazarse de otra persona, el niño o la niña se arriesga y se atreve a mostrarse de un modo que antes no lo hacía. Así que quizás, podamos ver una versión de él que sea más valiente o más amistoso.
- Eliminar tensiones. Los disfraces potencian el pensamiento simbólico. Este tipo de juego consiste en representar la vida de un adulto o de un personaje de ficción.
- Expresión de los sentimientos. Este tipo de juegos es utilizado en terapias infantiles para ayuda a los niños y niñas con problemas de timidez o miedos para ayudarlos a expresar sus emociones reprimidas y finalmente, enfrentarlas.
- Desarrollo de la empatía.Al convertirse en otras personas, los niños y niñas aprenden a sentir los sentimientos de los demás de otro modo, por lo que se convierte en un punto realmente positivo a nivel de desarrollo social.
¿Y si no quiere disfrazarse?
Si contrario a lo que esperas, tu hijo no quiere disfrazarse, no debes obligarle, ya que el fin más importante de disfrazarse es pasar un buen rato. No tiene sentido si el niño lo va a pasar mal. Más bien en estos casos lo que debes hacer es averiguar por qué no quiere para tratar de ayudarle.
Por ejemplo, puede que esté incómodo con los disfraces que sueles ponerle; o que le dé miedo disfrazarse; o quizá lo hace por timidez o vergüenza. O, quizá, quiere elegir él el disfraz.
Luego, la especialista en comunicación a través del juego propone ofrecer alternativas a los niños, ya que “disfrazarse puede ser simplemente llevar un gorro o una corbata”. Y destaca que es muy importante aprovechar estas situaciones para escuchar lo que el niño comunica y lo que el niño quiere, “más aún en una actividad como ésta, en la que las madres y los padres pueden descubrir tanto sobre la personalidad de sus pequeños”.
Asimismo, si no logras que tu hijo quiera disfrazarse, pero va a ir a una fiesta de carnaval o celebran Halloween en la escuela, Marín aconseja llevarse de todos modos el disfraz en el bolso por si en algún momento cambia de opinión. “Lo mejor es dejar la puerta abiertapara que, si revierte, pueda ponerse el disfraz; pero nunca obligar”
Siempre recuerda que se trata de jun juego y que el lo jugará solo si quiere. Por lo tanto, si no quiere disfrazarse, lo mejor que se puede hacer es primero, averiguar los motivos para intentar ayudarle, si persiste, ofrecerle alternativas; todo sin forzarlo a vivir situaciones que para él puedan ser vergonzosas o incomodas, ya que esto podría tener el efecto contrario al que un disfraz debe tener para un niño.